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sábado, 3 de diciembre de 2011

Carta a tu primera catástrofe.

12:00 am bip bip. Sonaba el móvil, era él. ¡Despierta dormilona! decía el mensaje. Ella todavía medio dormida sonrió, pero volvió a dormirse. Rutina. Cada domingo. Cada noche. Cada te quiero. Cada agobio. Si. Agobio era lo que sentía. ¿Agobio? Para ella agobio era tener novio. En cierta parte eso era verdad, ella estaba enamoradísima de él pero como toda persona tenía sus más y sus menos. Una de las cosas que menos le gustaban de él era su melosidad. Meloso. Le gustaba la palabra pero no la gente que lo era. Ella no es que fuera muy cariñosa y le gustaba que le diesen mimos pero lo justo y necesario. Qué opresión más grande sentía a veces. Y seguía, seguía con demasiados besos, abrazos, caricias. ¿Y las amigas? ¿Qué era eso? Ya no sabía ni lo que era estar una hora con sus amigas. Éso se le hacia tan lejano.
Última noche. Los dos semidesnudos rozando sus cuerpos por la razón de que ella tenía frío. Cierta hipocresía por parte de ella. Los dos sin hablar. Lo dos escuchándose la respiración. Pero eso fue limitado. Un sollozo lo paró todo. Otra caricia más. Ella se apartó. ¿Por qué? Preguntaba él. No puedo más con esto, eres demasiado para mí y yo también quiero tener mi vida aparte dijo ella. Sabía que eso la iba a causar consecuencias. ¿A sí?  Pues podéis iros tu vida y tú por donde habéis venido gritó él. Ella que no podía casi respirar  se vistió lentamente y se marchó con su vida.

3 comentarios:

  1. Siento decirlo, pero ese hombre no merece la pena. ¡No le deja vivir! Hay algo más que amor, porque con solo eso no se puede vivir, aunque sea indispensable.

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